No es que haya dejado de correr; salvo una pequeña
interrupción que contaré más adelante, he seguido corriendo ininterrumpidamente
estos últimos años. Lo que pasa es que, al fin, estoy de regreso en este blog.
Mil y un circunstancias de toda clase me mantuvieron alejado, aunque también he
tenido muchos motivos para haber escrito antes, pero uno no siempre hace las cosas como debiera.
Como sea, haber participado y culminado en el Desert
Challenge Paracas 100k este mes de julio constituye motivo más que
suficiente para volver a escribir y compartir algo de la experiencia que
significa para mí participar en ultra maratones y las razones que me llevan a
hacerlo; razones que, por supuesto, son muy difíciles de explicar.
Antes de contar la experiencia de Paracas, hago un pequeño
recuento (más bien una lista) de los acontecimientos importantes desde la
última vez que escribí con ocasión de mi participación en el The North Face
Endurance Challenge 50k de Chile, en octubre de 2012:
- En noviembre de 2012 tuve la gran suerte de que
me encargaran la organización y dirección del The North Face Perú (TNF) Running
Club, que mantengo hasta el día de hoy.
- Sin mucho tiempo para descansar, volé a Tarapoto
para organizar la segunda edición del Amazon Race Forest 2011, en el distrito de
San Roque de Cumbaza, Lamas, San Martín, que se llevó a cabo de manera bastante
exitosa y que ciertamente merecerá un post especial, aprovechando que se viene
la tercera edición.
- En enero de 2013 participé y culminé la ultra
maratón Yumax 80k en la Costa Verde, en Lima.
- En febrero comencé a convocar a conocidos y no
conocidos para realizar entrenamientos de trail running los sábados; hoy se ha
formado un grupo increíble y seguimos entrenando juntos. Muchos de sus integrantes
también participan en el TNF Running Club.
- En marzo de 2013 mi hernia inguinal dijo ¡basta!
(específicamente en Semana Santa luego de un buen entrenamiento en solitario
por las dunas de Puerto Fiel y luego de 10 meses de estar abusando de mi suerte).
Terminé en emergencia donde me recompusieron momentáneamente bajo el juramento
de operarme lo antes posible, así que en los primeros días de abril me operé y
dejé de correr un total de 7 semanas.
- En mayo de 2013, luego de 30 días de
recuperación post operatoria, retomé el entrenamiento, principalmente con el
objetivo de participar en el Desert Challenge. Al inicio era una osadía más de
mi parte, pero poco a poco fue convirtiéndose nuevamente en una posibilidad,
hasta que finalmente me inscribí.
- Paralelamente, he venido participando en el
Desafío Huarochirí (1° y 2° fechas) con resultados bastante satisfactorios.
- A lo largo de estos meses, he podido encontrar
más apoyo para seguir promoviendo el trail running. Además de The North Face
Perú, cuento con el apoyo de linternas Petzl (Mon Vertical); relojes Suunto
(Equipak) y lentes Tifosi (Inkaport).
Como
mencioné, en Semana Santa mi hernia inguinal dijo "¡Basta!" y tuve que operarla en
abril, pues no podía seguir corriendo con ese riesgo. Eso significó que hasta
la quincena de mayo estuve de “para”, sin correr salvo de mi cuarto a la sala o al
baño, y que solamente tendría poco más de 2 meses para entrenar. Y ahí me surgió
una gran duda: qué tipo de entrenamiento seguir? Mandarme a cubrir distancia
largas y buscar resistencia? O regresar a los cerros para mantener la fuerza en
subidas y bajadas? (lamentablemente el escaso tiempo disponible hace muy difícil
combinar ambos). Al final, teniendo en cuenta que también se venía el Desafío
Huarochirí y que mi principal objetivo es el The North Face Endurance Challenge
80k de Chile en octubre, decidí que seguiría “cerreando”; además, de esa forma
mantenía el grupo de Perú Trail Running Series y el Running Club de TNF activos
y creciendo.
Poco
a poco el Desert Challenge Paracas 100k fue ganando más y más expectativa;
incluso TNF decidió formar un squad específicamente para participar en la
competencia, lo que me dio la oportunidad de conocer y correr que atletas de
primer nivel como Javier Aramburú, Pablo Ostolaza, Marco Antonio Muñoz, Juan
Pablo Noriega y Ricardo Arnao; además, llegó a participar Max Meza,
representante internacional de TNF. Todo un lujo formar parte del mismo equipo
que ellos.
The North Face Perú Trail Running Squad |
Con Max Meza de TNF antes de la partida |
Finalmente,
llegó el momento. Salimos de Lima el mismo día de la carrera, no muy temprano pero
llegamos a la Huacachina con suficiente tiempo como registrarnos, pasar la
revisión técnica del equipo y prepararnos para la largada, prevista para las
5:30 pm. La competencia empezó puntual, según lo previsto, pero fue lo último
previsible para mí en la casi eterna travesía que significaron esos 100 km a
través del desierto.
Interminable ruta del Desert Challenge |
Primer
tramo: 31k.
Como
en toda competencia, la expectativa y el optimismo marcan el inicio, aunque ya
he acumulado bastante (mala) experiencia como para mantener suficiente dosis de
cautela en estos momentos donde uno quiere salir disparado. La trepada por
arena y más arena era dura; lamentablemente yo no lograba alcanzar un paso
cómodo y tuve que elegir entre retrasarme de mis compañeros y cansarme
prematuramente, así que opté por lo primero y acepté a regañadientes el lento
ritmo que me permitía avanzar con el mínimo esfuerzo físico. Poco a poco empecé
a habituarme a la arena pero rápidamente empezó a oscurecer, añadiendo una
dificultad adicional a las cuestas que continuaban y a la arena se hacía
interminable.
Primeros kilómetros a través de dunas. |
Los ánimos aún intactos! |
Desde
este punto avancé junto a Víctor Aragonez, con quien ya había compartido varios
kilómetros en enero en la ultramaratón de Yumax 80k así como algunos
entrenamientos. Por momentos él era quien jalaba y por momentos era yo, pero
básicamente mantuvimos un mismo ritmo que hizo mucho más llevadera la
inagotable acumulación de kilómetros y arena que nos esperaba.
Merece
una mención especial la duna de 55 metros de altura que nos esperaba
aproximadamente en el kilómetro 15; con una pendiente muy pronunciada rompió
totalmente la monotonía del ritmo que llevábamos al permitir una bajada rápida
y divertida, sin importar haber llenado las zapatillas con arena. Lo demás fue
seguir con (mucha) paciencia y (aún más) buen humor los otros 15 km que quedaban
en este primer tramo, a lo que ayudó mucho la música.
Sin
mayores contratiempos llegamos al primer campamento, donde se nos pesó, revisó
el equipamiento que debíamos llevar en la mochila y aproveché para comer algo
sólido (pan con queso), llenar el bladder
de agua y ponerme una segunda capa de abrigo (polo de manga larga), para luego seguir
corriendo en compañía de Víctor.
En el primer campamento, con Víctor Echevarría y Richard Hidalgo. |
Así no parezca, aún me siento bien! |
Segundo
tramo: 30k.
Las
sensaciones físicas y anímicas con las que partí fueron mejores que en la
propia largada, aun cuando mi expresión no lo muestre. De hecho comer algo
sólido hizo efecto y durante un buen rato avanzamos con un trote ligero; empezamos a pasar a varias personas aunque posteriormente me pasarían,
más no todos a Víctor.
Corriendo alrededor del 55 km con Víctor Aragonez |
Hasta el 60 km tuvimos una travesía sin mayores complicaciones, aunque desde el
55 km empezó una pendiente que luego se haría sentir. En esta parte alcanzamos a
Erick Peñaherrera, quien se nos unió hasta el segundo campamento. Sin embargo,
la parte que sí sentí que me golpeaba fueron los casi 2 km que bajaban y subían
formando una “v” justo antes de llegar al segundo campamento, aproximadamente
en el 62 km, que tenían formaciones rocosas que hacían difícil pisar sin golpear
(más) los pies, sobre todo en la parte de bajada.
Al
llegar al segundo campamento, decidimos darnos un buen descanso de unos 35
minutos al menos, para comer algo, recuperar fuerzas y tratar de salir lo mejor posible
para la última y más larga etapa (38 km). De hecho, la organización me indicó que
debía hidratarme más pues había perdido 3.2 kg hasta ese momento. Además, debí
tratar unas rozaduras que empezaba a tener en las ingles ya que había olvidado
aplicarme vaselina antes de la carrera. Todo fue bien -hidratación,
alimentación, alivio de rozaduras- salvo el descanso, debido a la baja
temperatura (unos 7°según me indicaron) que se empezó a sentir fuertemente en
cuanto el calor corporal bajó. Algunos corredores descansaron dentro de una
carpa, pero para bien o mal decidimos con Víctor arreglar las mochilas y
ponernos en marcha.
Tercer
y último tramo 38 km.
Este
tramo se iniciaba con una larga recta de suelo más o menos parejo que llevaba
hacia el cerro La Teta (68 km); en este punto el sueño se me hizo casi
insoportable y mi paso se volvió (más) lento y zigzagueante; por momentos creía que ya no podía más, pero después de más o menos 1 hora de esta situación me empecé a sentir mejor y con el amanecer y la luz que empezaron a asomar me invadió una
sensación de nueva vitalidad (no es que me haya sentido como nuevo, sino
simplemente no tan destruido). La luz del día justo me dio en la parte alta del
cerro La Teta así que aproveché para retomar el running con la bajada, aún a pesar del dolor de pies y rodillas que
ya era bastante fuerte.
Aproveché
lo más que pude este nuevo impulso, pero mi mente me jugó una mala pasada; en
lugar de revisar el roadbook y gestionar mis últimos y escasos recursos, me
convencí de que me encontraba alrededor del 70 – 72 km y que podía correr hasta
el 80 km, luego de lo cual ya vería cómo cubriría los “tan solo” 20 km finales. ASí, me puse a correr aprovechando la bajada del cerro, pasé a varias personas,
entre ellas a Víctor que ya me había sacado una importante ventaja; alcancé también nuevamente a Erick, quien se me unió y con quien pasamos a algunas
personas más. Finalmente, cuando ya no pude seguir manteniendo el paso y
empecé a caminar, me dí con la ingrata sorpresa de que solamente había
llegado al 73 km (después vería que La teta estaba en el 68 km y no en el 72 ó
73 km como pensé). Darme cuenta que faltaban 27 km y no “solo” 20 km supuso un
gran golpe anímico para mí, lo que junto al dolor de pies y rodillas hizo que
perdiese definitivamente el ritmo y, en adelante, solamente pude seguir andando
y corriendo muy despacio y por tramos muy cortos. Solamente me quedó mirar cómo
mis amigos y demás personas se alejaban. Si alguien en ese momento me hubiese
preguntado si quería abandonar, tengan la seguridad que habría dicho que sí. Faltaba
poco para rendirme completamente.
Tratando de sacar fuerzas de donde ya no había nada! |
Por momentos, los ánimos bajaban bastante. |
Los
últimos 25 km consistieron en una trocha carrozable con varias partes de subida
y finalmente lo que aparentemente se convirtió en la pesadilla de todos los
corredores, desde el primero hasta el último en llegar: la pista negra de sal!
Esta pista era una mezcla de suelo duro, barro y sal que además de golpear muy
fuertemente los pies y rodillas con cada paso, resultaba pegajosa y hasta resbaladiza por
algunos tramos. Pero lo peor no fue su terreno sino su forma de larga e
inacabable tripa recta… demasiado para una mente agotada y despierta por casi
14 ó 15 horas continuas en ese momento. Estos últimos kilómetros los hice avanzando muy
despacio en una especie de trance (según algunos parecía un zombie!) y debo
confesar que no era por estar enfocado en la meta sino más bien a consecuencia
de haber asumido que nadie me recogería. Cuando pasaban las camionetas de la
organización así como los autos de otros amigos y conocidos, me faltó muy poco
para pedirles que me lleven; creo sinceramente que mientras pensaba que diría
simplemente el auto pasaba a mi lado y yo perdía la oportunidad de abandonar.
En
algún momento fui recuperando la serenidad y traté de encontrar la manera de recomponerme;
traté de olvidarme del dolor de cada paso, de recuperar el ritmo con la respiración, de hidratarme un poco más (empezaba a sentir algo de calor) pero
sencillamente mis fuerzas se habían agotado y no lograba sobreponerme a mis
pies y rodillas para llevar un ritmo no tan lento. Centré mi atención en Silvia
Lizama, que acababa de pasarme trotando cuando faltaba unos 5 ó 4 km, esperando
que en cualquier momento abandonase la pista de sal hacia el último tramo de
arena, pues ello significaría que solamente faltarían 1.6 km para la meta… cómo se demoró en entrar en el desvío! Sin embargo, cuando ella empezó a
caminar me propuse alcanzarla antes de la meta. No se trataba de una
manifestación de mi ánimo competitivo (que ya no había) sino simplemente un
juego mental para mantenerme ocupado durante el último tramo; 3 ó 4 km puede
parecer una distancia insignificante en comparación a los 100 km totales, pero
en tiempo podrían ser 45 a 60 minutos tranquilamente, es decir, casi una hora
más de carrera!
Con Silvia Lizama en los últimos metros. |
Finalmente
alcancé a Silvia y con ella recorrimos lo que debió haber sido los más
desesperantes 2 km de mi vida. Cruzar la pista luego del último arenal y llegar
a la meta que estaba 50 metros más adelante fue realmente un alivio; lo único
que me importaba era que todo ya había acabado, que había llegado a su fin y
que finalmente me podía sentar o echar y dejarme ir. Fue Javier Aramburú,
compañero del Squad TNF (que por lesión no pudo participar) quien me regresó a
la realidad con un fuerte abrazo y diciéndome “lo hiciste!, lo hiciste! 100 km
en el desierto csm!”. Caí en la cuenta entonces de lo que acababa de suceder y
finalmente saboreé algo de satisfacción, más aún al ver a los demás miembros
del equipo así como a buenos amigos y compañeros del trail running en la llegada; en
especial me dio mucho gusto ver a Ricardo Arnao, quien había hecho una tremenda
carrera y a quién, sencillamente, jamás vi durante los 100 km que acababa de cruzar!
Finalmente, 17 horas después, llegué a la meta... 100k! |
Fraterno abrazo de Javi Aramburú en la meta! |
Ricardo Arnao ya estaba recuperado y listo para 100 km más! |
Con
ello, me dejé caer en el suelo y antes de buscar algo de comer o tomar cogí me
celular y llamé a mi casa a decir, “llegué, por fin llegué!”.
Sin palabras! |
Algunas
apreciaciones adicionales.
Soy
consciente de que es un relato extenso, pero también fue
una carrera muy larga, y si bien me sentí al límite de mis capacidades físicas
y mentales en más de una ocasión, también ha sido un tremendo viaje del cual he
obtenido un gran aprendizaje. Como lo vengo diciendo, el trail running es ante
todo un viaje interior que nos permite conocernos cuando no tenemos nada con
qué protegernos, escudarnos o escondernos, y solo quedamos nosotros mismos ante
la adversidad, el dolor y la angustia que a veces significa no saber que hay
más allá. Por ello, llegar a la meta para mí fue una redención; sentí que salía
del infierno mismo pero por mis propios medios! Sin embargo, aprendí que tengo
serias limitaciones y que a veces mi mente las pasa por alto y no debería ser
así. La pregunta del millón es por qué no puede tener una mejor performance (al
menos una como la que pude tener hasta el 75 km) y la respuesta es muy sencilla
y demasiado evidente: me faltó más entrenamiento.
Me
alegro haber hecho todo lo posible por recuperarme desde mi post operatorio (quincena
de mayo) y haber participado, pero el escaso tiempo de recuperación y
preparación hizo que el Desert Challenge me haya sido muy duro. Me alegro por
supuesto de haber terminado pero debo confesar que no me siento satisfecho, en
todo caso me siento aliviado. Gracias a Dios no tengo mayores secuelas del esfuerzo de
los 100 km, pero creo
que me expuse demasiado a tenerlas o al menos a convertir una vivencia que
debió ser maravillosa en un largo y amargo viaje. Eso sí, fue una experiencia
extrema en el más puro y completo sentido de la palabra: mi capacidad física,
mental y emocional las terminé llevando a lugares absolutamente nuevos. Anduve
al menos 3 horas totalmente exhausto, solo (sin importar que hubiese otras
personas al lado, estaba solo!) y completamente adolorido, especialmente los
pies y las rodillas. Y lo único que tenía que hacer para que ello terminara era
sentarme o echarme en el camino y esperar que venga la organización y me
recoja… no termino de saber por qué no lo hice y la verdad ya no me importa.
La
gran lección es que debo reconocer mis propios límites: físicos, mentales, de
tiempo y demás. Y no debo exponerme a situaciones para las que no estoy realmente
preparado. De hecho me siento afortunado por haber terminado prácticamente
ileso. Ahora debo administrar mejor mi tiempo para llegar en las mejores condiciones
posible a mi siguiente reto: The North Face Endurance Challenge Chile 80 km en
octubre próximo. De dónde sacaré más tiempo? Eso sí aún es un misterio!
Por
lo pronto, seguiré abusando del apoyo que recibo y que resulta clave para haber logrado llegar a la meta y para trazarme nuevos retos, y por ello voy a
ser enfático en mis agradecimientos: Primero, a mi esposa Carla, quien ha
asumido mucho peso mío para que yo pueda seguir adelante en la gran aventura de
promover el trail running en este país; a mis hijas, que siendo tan pequeñas se
entusiasman con mis carreras y me regalan mucho tiempo que podrían exigir para
ellas (la menor aún cree que las gano!); a mis compañeros del trail running,
que hacen más llevaderas las largas horas de entrenamiento y cuya confianza en
mí para guiarlos sustenta el compromiso que tengo con este deporte; a mis
amigos y familiares que siempre están a la expectativa de mis competencias y
que incondicionalmente me apoyan, aplauden y abrazan; a mis compañeros del The
North Face Perú Trail Tunning Squad, en quienes he encontrado nuevas dosis de
motivación y empuje. Finalmente, a las marcas que han confiado en mí y me
apoyan con el equipamiento indispensable para estas aventuras y desventuras:
The North Face Perú, mil gracias!!! Equipak, gracias por el reloj Suunto aunque
aún no termino de aprender a usarlo bien! Inkaport, gracias por los lentes
Tifosi que funcionarión de maravilla y las polainas que me aislaron de la arena
toda la ruta! Y a Mon Vertical, por la linterna frontal Petzl, que probablemente
fue la pieza de equipo más importante durante la mayor parte de la carrera! Y también agradezco a todos los que tomaron las fotografías que alegremente estoy usando para ilustrar esta historia y por supuesto a la organización de Perú 8 mil; Gracias Totales!
Para
recorrer los 100 km del Desert Challenge, usé el siguiente equipo:
- Medias
Injinji y The Noth Face (las primeras resultaron muy gruesas con mis pies inflamados, las cambié por las TNF en el 62 km).
- Zapatillas
The North Face Single Track II con Goretex (no entró nada de arena; ojalá fuesen un poco más livianas pero funcionaron perfecto!).
- Mochila
The North Face Enduro 30 (un poco grande; sería mejor un chaleco que permite equilibrar el peso que se lleva entre el pecho y la espalda).
- Reloj
Suunto M5 (al comienzo me mostraba cuánto iba, luego solo cuán me faltaba; funcionó a la perfección!).
- Linterna Frontal Petzl MYO RX (excelente la opción de mantener una iluminación constante a pesar de la carga en las baterías).
- Polainas Dirty Girl (funcionales, ligeras, bastaron y sobraron).
- Lentes Tifosi con Fototec (excelentes, absolutamente transparentes de noche y oscuros de día; gracias a Dios no hubo que probarlos contra el viento y tormentas de arena!).
Álbum fotográfico de mi participación: