martes, 30 de julio de 2013

Al fin, de regreso!


No es que haya dejado de correr; salvo una pequeña interrupción que contaré más adelante, he seguido corriendo ininterrumpidamente estos últimos años. Lo que pasa es que, al fin, estoy de regreso en este blog. Mil y un circunstancias de toda clase me mantuvieron alejado, aunque también he tenido muchos motivos para haber escrito antes, pero uno no siempre hace las cosas como debiera.

Como sea, haber participado y culminado en el Desert Challenge Paracas 100k este mes de julio constituye motivo más que suficiente para volver a escribir y compartir algo de la experiencia que significa para mí participar en ultra maratones y las razones que me llevan a hacerlo; razones que, por supuesto, son muy difíciles de explicar.

Antes de contar la experiencia de Paracas, hago un pequeño recuento (más bien una lista) de los acontecimientos importantes desde la última vez que escribí con ocasión de mi participación en el The North Face Endurance Challenge 50k de Chile, en octubre de 2012:

-           En noviembre de 2012 tuve la gran suerte de que me encargaran la organización y dirección del The North Face Perú (TNF) Running Club, que mantengo hasta el día de hoy.

-           Sin mucho tiempo para descansar, volé a Tarapoto para organizar la segunda edición del Amazon Race Forest 2011, en el distrito de San Roque de Cumbaza, Lamas, San Martín, que se llevó a cabo de manera bastante exitosa y que ciertamente merecerá un post especial, aprovechando que se viene la tercera edición.

-           En enero de 2013 participé y culminé la ultra maratón Yumax 80k en la Costa Verde, en Lima.

-          En febrero comencé a convocar a conocidos y no conocidos para realizar entrenamientos de trail running los sábados; hoy se ha formado un grupo increíble y seguimos entrenando juntos. Muchos de sus integrantes también participan en el TNF Running Club.

-           En marzo de 2013 mi hernia inguinal dijo ¡basta! (específicamente en Semana Santa luego de un buen entrenamiento en solitario por las dunas de Puerto Fiel y luego de 10 meses de estar abusando de mi suerte). Terminé en emergencia donde me recompusieron momentáneamente bajo el juramento de operarme lo antes posible, así que en los primeros días de abril me operé y dejé de correr un total de 7 semanas.

-           En mayo de 2013, luego de 30 días de recuperación post operatoria, retomé el entrenamiento, principalmente con el objetivo de participar en el Desert Challenge. Al inicio era una osadía más de mi parte, pero poco a poco fue convirtiéndose nuevamente en una posibilidad, hasta que finalmente me inscribí.

-           Paralelamente, he venido participando en el Desafío Huarochirí (1° y 2° fechas) con resultados bastante satisfactorios.

-           A lo largo de estos meses, he podido encontrar más apoyo para seguir promoviendo el trail running. Además de The North Face Perú, cuento con el apoyo de linternas Petzl (Mon Vertical); relojes Suunto (Equipak) y lentes Tifosi (Inkaport).

Como mencioné, en Semana Santa mi hernia inguinal dijo "¡Basta!" y tuve que operarla en abril, pues no podía seguir corriendo con ese riesgo. Eso significó que hasta la quincena de mayo estuve de “para”, sin correr salvo de mi cuarto a la sala o al baño, y que solamente tendría poco más de 2 meses para entrenar. Y ahí me surgió una gran duda: qué tipo de entrenamiento seguir? Mandarme a cubrir distancia largas y buscar resistencia? O regresar a los cerros para mantener la fuerza en subidas y bajadas? (lamentablemente el escaso tiempo disponible hace muy difícil combinar ambos). Al final, teniendo en cuenta que también se venía el Desafío Huarochirí y que mi principal objetivo es el The North Face Endurance Challenge 80k de Chile en octubre, decidí que seguiría “cerreando”; además, de esa forma mantenía el grupo de Perú Trail Running Series y el Running Club de TNF activos y creciendo.

Poco a poco el Desert Challenge Paracas 100k fue ganando más y más expectativa; incluso TNF decidió formar un squad específicamente para participar en la competencia, lo que me dio la oportunidad de conocer y correr que atletas de primer nivel como Javier Aramburú, Pablo Ostolaza, Marco Antonio Muñoz, Juan Pablo Noriega y Ricardo Arnao; además, llegó a participar Max Meza, representante internacional de TNF. Todo un lujo formar parte del mismo equipo que ellos.

The North Face Perú Trail Running Squad
Con Max Meza de TNF antes de la partida

Finalmente, llegó el momento. Salimos de Lima el mismo día de la carrera, no muy temprano pero llegamos a la Huacachina con suficiente tiempo como registrarnos, pasar la revisión técnica del equipo y prepararnos para la largada, prevista para las 5:30 pm. La competencia empezó puntual, según lo previsto, pero fue lo último previsible para mí en la casi eterna travesía que significaron esos 100 km a través del desierto.

Interminable ruta del Desert Challenge

Primer tramo: 31k.
Como en toda competencia, la expectativa y el optimismo marcan el inicio, aunque ya he acumulado bastante (mala) experiencia como para mantener suficiente dosis de cautela en estos momentos donde uno quiere salir disparado. La trepada por arena y más arena era dura; lamentablemente yo no lograba alcanzar un paso cómodo y tuve que elegir entre retrasarme de mis compañeros y cansarme prematuramente, así que opté por lo primero y acepté a regañadientes el lento ritmo que me permitía avanzar con el mínimo esfuerzo físico. Poco a poco empecé a habituarme a la arena pero rápidamente empezó a oscurecer, añadiendo una dificultad adicional a las cuestas que continuaban y a la arena se hacía interminable.

Primeros kilómetros a través de dunas.

Los ánimos aún intactos!
Desde este punto avancé junto a Víctor Aragonez, con quien ya había compartido varios kilómetros en enero en la ultramaratón de Yumax 80k así como algunos entrenamientos. Por momentos él era quien jalaba y por momentos era yo, pero básicamente mantuvimos un mismo ritmo que hizo mucho más llevadera la inagotable acumulación de kilómetros y arena que nos esperaba.

Merece una mención especial la duna de 55 metros de altura que nos esperaba aproximadamente en el kilómetro 15; con una pendiente muy pronunciada rompió totalmente la monotonía del ritmo que llevábamos al permitir una bajada rápida y divertida, sin importar haber llenado las zapatillas con arena. Lo demás fue seguir con (mucha) paciencia y (aún más) buen humor los otros 15 km que quedaban en este primer tramo, a lo que ayudó mucho la música.

Sin mayores contratiempos llegamos al primer campamento, donde se nos pesó, revisó el equipamiento que debíamos llevar en la mochila y aproveché para comer algo sólido (pan con queso), llenar el bladder de agua y ponerme una segunda capa de abrigo (polo de manga larga), para luego seguir corriendo en compañía de Víctor.

En el primer campamento, con Víctor Echevarría y Richard Hidalgo.

Así no parezca, aún me siento bien!

Segundo tramo: 30k.
Las sensaciones físicas y anímicas con las que partí fueron mejores que en la propia largada, aun cuando mi expresión no lo muestre. De hecho comer algo sólido hizo efecto y durante un buen rato avanzamos con un trote ligero; empezamos a pasar a varias personas aunque posteriormente me pasarían, más no todos a Víctor.

Corriendo alrededor del 55 km con Víctor Aragonez
 
Durante casi toda la noche debimos seguir estas luces químicas.

Hasta el 60 km tuvimos una travesía sin mayores complicaciones, aunque desde el 55 km empezó una pendiente que luego se haría sentir. En esta parte alcanzamos a Erick Peñaherrera, quien se nos unió hasta el segundo campamento. Sin embargo, la parte que sí sentí que me golpeaba fueron los casi 2 km que bajaban y subían formando una “v” justo antes de llegar al segundo campamento, aproximadamente en el 62 km, que tenían formaciones rocosas que hacían difícil pisar sin golpear (más) los pies, sobre todo en la parte de bajada.

Al llegar al segundo campamento, decidimos darnos un buen descanso de unos 35 minutos al menos, para comer algo, recuperar fuerzas y tratar de salir lo mejor posible para la última y más larga etapa (38 km). De hecho, la organización me indicó que debía hidratarme más pues había perdido 3.2 kg hasta ese momento. Además, debí tratar unas rozaduras que empezaba a tener en las ingles ya que había olvidado aplicarme vaselina antes de la carrera. Todo fue bien -hidratación, alimentación, alivio de rozaduras- salvo el descanso, debido a la baja temperatura (unos 7°según me indicaron) que se empezó a sentir fuertemente en cuanto el calor corporal bajó. Algunos corredores descansaron dentro de una carpa, pero para bien o mal decidimos con Víctor arreglar las mochilas y ponernos en marcha.
  
Tercer y último tramo 38 km.
Este tramo se iniciaba con una larga recta de suelo más o menos parejo que llevaba hacia el cerro La Teta (68 km); en este punto el sueño se me hizo casi insoportable y mi paso se volvió (más) lento y zigzagueante; por momentos creía que ya no podía más, pero después de más o menos 1 hora de esta situación me empecé a sentir mejor y con el amanecer y la luz que empezaron a asomar me invadió una sensación de nueva vitalidad (no es que me haya sentido como nuevo, sino simplemente no tan destruido). La luz del día justo me dio en la parte alta del cerro La Teta así que aproveché para retomar el running con la bajada, aún a pesar del dolor de pies y rodillas que ya era bastante fuerte.

Aproveché lo más que pude este nuevo impulso, pero mi mente me jugó una mala pasada; en lugar de revisar el roadbook y gestionar mis últimos y escasos recursos, me convencí de que me encontraba alrededor del 70 – 72 km y que podía correr hasta el 80 km, luego de lo cual ya vería cómo cubriría los “tan solo” 20 km finales. ASí, me puse a correr aprovechando la bajada del cerro, pasé a varias personas, entre ellas a Víctor que ya me había sacado una importante ventaja; alcancé también nuevamente a Erick, quien se me unió y con quien pasamos a algunas personas más. Finalmente, cuando ya no pude seguir manteniendo el paso y empecé a caminar, me dí con la ingrata sorpresa de que solamente había llegado al 73 km (después vería que La teta estaba en el 68 km y no en el 72 ó 73 km como pensé). Darme cuenta que faltaban 27 km y no “solo” 20 km supuso un gran golpe anímico para mí, lo que junto al dolor de pies y rodillas hizo que perdiese definitivamente el ritmo y, en adelante, solamente pude seguir andando y corriendo muy despacio y por tramos muy cortos. Solamente me quedó mirar cómo mis amigos y demás personas se alejaban. Si alguien en ese momento me hubiese preguntado si quería abandonar, tengan la seguridad que habría dicho que sí. Faltaba poco para rendirme completamente.

Tratando de sacar fuerzas de donde ya no había nada!

Por momentos, los ánimos bajaban bastante.

Los últimos 25 km consistieron en una trocha carrozable con varias partes de subida y finalmente lo que aparentemente se convirtió en la pesadilla de todos los corredores, desde el primero hasta el último en llegar: la pista negra de sal! Esta pista era una mezcla de suelo duro, barro y sal que además de golpear muy fuertemente los pies y rodillas con cada paso, resultaba pegajosa y hasta resbaladiza por algunos tramos. Pero lo peor no fue su terreno sino su forma de larga e inacabable tripa recta… demasiado para una mente agotada y despierta por casi 14 ó 15 horas continuas en ese momento. Estos últimos kilómetros los hice avanzando muy despacio en una especie de trance (según algunos parecía un zombie!) y debo confesar que no era por estar enfocado en la meta sino más bien a consecuencia de haber asumido que nadie me recogería. Cuando pasaban las camionetas de la organización así como los autos de otros amigos y conocidos, me faltó muy poco para pedirles que me lleven; creo sinceramente que mientras pensaba que diría simplemente el auto pasaba a mi lado y yo perdía la oportunidad de abandonar.
 
Tan cerca y tan lejos!

En algún momento fui recuperando la serenidad y traté de encontrar la manera de recomponerme; traté de olvidarme del dolor de cada paso, de recuperar el ritmo con la respiración, de hidratarme un poco más (empezaba a sentir algo de calor) pero sencillamente mis fuerzas se habían agotado y no lograba sobreponerme a mis pies y rodillas para llevar un ritmo no tan lento. Centré mi atención en Silvia Lizama, que acababa de pasarme trotando cuando faltaba unos 5 ó 4 km, esperando que en cualquier momento abandonase la pista de sal hacia el último tramo de arena, pues ello significaría que solamente faltarían 1.6 km para la meta… cómo se demoró en entrar en el desvío! Sin embargo, cuando ella empezó a caminar me propuse alcanzarla antes de la meta. No se trataba de una manifestación de mi ánimo competitivo (que ya no había) sino simplemente un juego mental para mantenerme ocupado durante el último tramo; 3 ó 4 km puede parecer una distancia insignificante en comparación a los 100 km totales, pero en tiempo podrían ser 45 a 60 minutos tranquilamente, es decir, casi una hora más de carrera!

Con Silvia Lizama en los últimos metros.
Finalmente alcancé a Silvia y con ella recorrimos lo que debió haber sido los más desesperantes 2 km de mi vida. Cruzar la pista luego del último arenal y llegar a la meta que estaba 50 metros más adelante fue realmente un alivio; lo único que me importaba era que todo ya había acabado, que había llegado a su fin y que finalmente me podía sentar o echar y dejarme ir. Fue Javier Aramburú, compañero del Squad TNF (que por lesión no pudo participar) quien me regresó a la realidad con un fuerte abrazo y diciéndome “lo hiciste!, lo hiciste! 100 km en el desierto csm!”. Caí en la cuenta entonces de lo que acababa de suceder y finalmente saboreé algo de satisfacción, más aún al ver a los demás miembros del equipo así como a buenos amigos y compañeros del trail running en la llegada; en especial me dio mucho gusto ver a Ricardo Arnao, quien había hecho una tremenda carrera y a quién, sencillamente, jamás vi durante los 100 km que acababa de cruzar!

Finalmente, 17 horas después, llegué a la meta... 100k!

Fraterno abrazo de Javi Aramburú en la meta!

Ricardo Arnao ya estaba recuperado y listo para 100 km más!

Con ello, me dejé caer en el suelo y antes de buscar algo de comer o tomar cogí me celular y llamé a mi casa a decir, “llegué, por fin llegué!”.

Sin palabras!

Algunas apreciaciones adicionales.
Soy consciente de que es un relato extenso, pero también fue una carrera muy larga, y si bien me sentí al límite de mis capacidades físicas y mentales en más de una ocasión, también ha sido un tremendo viaje del cual he obtenido un gran aprendizaje. Como lo vengo diciendo, el trail running es ante todo un viaje interior que nos permite conocernos cuando no tenemos nada con qué protegernos, escudarnos o escondernos, y solo quedamos nosotros mismos ante la adversidad, el dolor y la angustia que a veces significa no saber que hay más allá. Por ello, llegar a la meta para mí fue una redención; sentí que salía del infierno mismo pero por mis propios medios! Sin embargo, aprendí que tengo serias limitaciones y que a veces mi mente las pasa por alto y no debería ser así. La pregunta del millón es por qué no puede tener una mejor performance (al menos una como la que pude tener hasta el 75 km) y la respuesta es muy sencilla y demasiado evidente: me faltó más entrenamiento.

Me alegro haber hecho todo lo posible por recuperarme desde mi post operatorio (quincena de mayo) y haber participado, pero el escaso tiempo de recuperación y preparación hizo que el Desert Challenge me haya sido muy duro. Me alegro por supuesto de haber terminado pero debo confesar que no me siento satisfecho, en todo caso me siento aliviado. Gracias a Dios no tengo mayores secuelas del esfuerzo de los 100 km, pero creo que me expuse demasiado a tenerlas o al menos a convertir una vivencia que debió ser maravillosa en un largo y amargo viaje. Eso sí, fue una experiencia extrema en el más puro y completo sentido de la palabra: mi capacidad física, mental y emocional las terminé llevando a lugares absolutamente nuevos. Anduve al menos 3 horas totalmente exhausto, solo (sin importar que hubiese otras personas al lado, estaba solo!) y completamente adolorido, especialmente los pies y las rodillas. Y lo único que tenía que hacer para que ello terminara era sentarme o echarme en el camino y esperar que venga la organización y me recoja… no termino de saber por qué no lo hice y la verdad ya no me importa.

La gran lección es que debo reconocer mis propios límites: físicos, mentales, de tiempo y demás. Y no debo exponerme a situaciones para las que no estoy realmente preparado. De hecho me siento afortunado por haber terminado prácticamente ileso. Ahora debo administrar mejor mi tiempo para llegar en las mejores condiciones posible a mi siguiente reto: The North Face Endurance Challenge Chile 80 km en octubre próximo. De dónde sacaré más tiempo? Eso sí aún es un misterio!

Por lo pronto, seguiré abusando del apoyo que recibo y que resulta clave para haber logrado llegar a la meta y para trazarme nuevos retos, y por ello voy a ser enfático en mis agradecimientos: Primero, a mi esposa Carla, quien ha asumido mucho peso mío para que yo pueda seguir adelante en la gran aventura de promover el trail running en este país; a mis hijas, que siendo tan pequeñas se entusiasman con mis carreras y me regalan mucho tiempo que podrían exigir para ellas (la menor aún cree que las gano!); a mis compañeros del trail running, que hacen más llevaderas las largas horas de entrenamiento y cuya confianza en mí para guiarlos sustenta el compromiso que tengo con este deporte; a mis amigos y familiares que siempre están a la expectativa de mis competencias y que incondicionalmente me apoyan, aplauden y abrazan; a mis compañeros del The North Face Perú Trail Tunning Squad, en quienes he encontrado nuevas dosis de motivación y empuje. Finalmente, a las marcas que han confiado en mí y me apoyan con el equipamiento indispensable para estas aventuras y desventuras: The North Face Perú, mil gracias!!! Equipak, gracias por el reloj Suunto aunque aún no termino de aprender a usarlo bien! Inkaport, gracias por los lentes Tifosi que funcionarión de maravilla y las polainas que me aislaron de la arena toda la ruta! Y a Mon Vertical, por la linterna frontal Petzl, que probablemente fue la pieza de equipo más importante durante la mayor parte de la carrera! Y también agradezco a todos los que tomaron las fotografías que alegremente estoy usando para ilustrar esta historia y por supuesto a la organización de Perú 8 mil; Gracias Totales!

Para recorrer los 100 km del Desert Challenge, usé el siguiente equipo:
-          Polo m/c; polo m/l y short The North Better than Naked Series (perfectos!).



-          Medias Injinji y The Noth Face (las primeras resultaron muy gruesas con mis pies inflamados, las cambié por las TNF en el 62 km).




-          Zapatillas The North Face Single Track II con Goretex (no entró nada de arena; ojalá fuesen un poco más livianas pero funcionaron perfecto!).



-           Guantes The North Face Etip Gloves (nada mejor!).



-           Mochila The North Face Enduro 30 (un poco grande; sería mejor un chaleco que permite equilibrar el peso que se lleva entre el pecho y la espalda).



-           Reloj Suunto M5 (al comienzo me mostraba cuánto iba, luego solo cuán me faltaba; funcionó a la perfección!).



-          Linterna Frontal Petzl MYO RX (excelente la opción de mantener una iluminación constante a pesar de la carga en las baterías).



-          Polainas Dirty Girl (funcionales, ligeras, bastaron y sobraron).


-          Lentes Tifosi con Fototec (excelentes, absolutamente transparentes de noche y oscuros de día; gracias a Dios no hubo que probarlos contra el viento y tormentas de arena!).

Los vídeos del Desert Challenge Paracas 100k:





Álbum fotográfico de mi participación: